lunes, 20 de junio de 2016

SONAR VIERNES 17 DE JUNIO

SONAR 2017 VIERNES 17/6: EL DÍA DE LAS DECISIONES EQUIVOCADAS.

Un año más, mi hermano Alex me puede conseguir una entrada gratuita para disfrutar, un día o una noche, del Festival electrónico favorito de toda Europa. Hablamos del catalán Sónar, obviamente. Teniendo la elección realmente complicada entre el Viernes de día, en el que nos encontrábamos con Roots Manuba a las 19.00 de la tarde, o optar por el Viernes noche, en el que teníamos a Anohni y James Blake de una sola tacada, he de admitir que las decisiones tomadas, no fueron finalmente las más acertadas. Siendo el de Roots Manuba y el de Anohni dos de mis discos favoritos del pasado 2015 y del presente 2016 respectivamente, la elección final vino dada por el desempate que realizó James Blake sumando dos conciertos interesantes por la noche contra tan solo uno por la tarde. Con el añadido de que por la noche podría ver 20 minutos de Jean Michel Jarre en el gigantesco Sónar Club (el escenario cubierto más grande del Festival) antes de salir pitando para Anohni que se solapaba a partir las 22.50 en el Sónar Pub (escenario pequeño al descubierto) con el del maestro Jarre.

(Jean Michel Jarre, 22.30 Sónar Club)
Después de encontrarme en la puerta con mi hermana Aina, pasar todos los controles de seguridad y cargar dinero en nuestra pulsera para poder consumir dentro del recinto del Festival (a unos precios estratosféricos), fuimos raudos y veloces hacia el Sónar Club donde empezaba Jean Michel Jarre en ese preciso instante. Poco voy a poder decir ya que tan sólo pudimos disfrutar del astro francés unos 20 minutos, pero con 67 años que cuenta ya el maestro, estoy seguro que nada ni nadie, de entre los más cien artistas con los que cuenta el cartel del Sónar cada año, pudo susperar las habilidades, la calidad, las visuales y la maestría de la que hizo gala Jean Michel Jarre la noche del Viernes en el Sónar Festival de Barcelona. Una fecha que quedará en la memoria de muchos como unos de los conciertos de electrónica más espectaculares de su vida. Y yo, que me lo perdí practicamente enterito, todavía me estoy dando de cabezazos contra la pared.
Puntuación 10
(le pongo un merecidísimo 10 aún habiendo visto esos 20 minutos únicamente)


(Anohni, 22.50 Sónar Pub)
Pero nuestro plato fuerte de la noche, por mucho que nos fuéramos del Sónar Club llorando por tener que separarnos de esa conjunción mágica que creaba Jarre entre el hombre y la tecnología sobre el escenario, era indiscutiblemente Anohni. O lo que es lo mismo, el estelar trío formado por Oneotrix Point Never y Hudson Mohawke a las maquinitas (producciones, ritmos, bases, ruiditos), junto con Antony Hegarty a las vocales. Una combinación que con su disco Hopelessness ha conseguido ponerse a la cabeza en mi lista personal con lo más imprescindible de este 2016 presentándose en el Sónar la oportunidad perfecta para comprobar como se desenvolvía Antony en el primer proyecto enteramente electrónico en el que se involucra de principio a fin, ya no como colaborador como había hecho otras veces.
Llegando al Sónar Pub con el tiempo justo, lo primero que pudimos ver, y lo último si hubiéramos estado lo suficientemente avispados en ese momento, fueron unos interminables 25 minutos de Naomi Campbell contonéandose en bikini ante las pantallas que teníamos delante sin que ninguno de los artistas, ni nadie del Festival, diera una explicación al respecto. Una grabación que permaneció en las tres pantallas del escenario durante casi media hora poniendo a prueba la paciencia de un público que empezaba a estar cansado de tanta tomadura de pelo y optaba, en algunos casos, por abuchear al intocable Antony. Una situación incómoda que todavía no tengo claro si fue provocada a propósito por el propio grupo como estrategia artística, fue porque alguno de ellos estaba todavía disfrutando de Jarre mientras nosotros nos jodíamos, o si simplemente fue porque alguien se encontraba indispuesto. De todas maneras, yo a los 5 mintutos de la Campbell ya me estaba tirando de los pelos pensando que a tan sólo dos minutos estaba ocurriendo una de las cosas más maravillosas del mundo, el concierto del Jean Michel Jarre.
Con un aguante por mi parte del que todavía me arrepiento y me sorprendo, salieron a escena Oneotrix y Hudson para tocar unas de las canciones del enorme Hopelessness, sin todavía vocalista sobre las tablas, sonando claramente la voz de Antony en playback. La segunda en la frente y todavía más fuerte que la primera si cabe, jugada tan inncesaria como lo de la Campbell. Para cuando finalmente sailó a escena Antony, mi cabreo ya era descomunal y la estética que acompañó al concierto todavía hizo que mi cabreo creciera aún más, cosa que parecía imposible 5 minutos antes cuando me decía a mi mismo, -tranquilo, esto no puede ir a peor-. Cuanto me equivocaba.
Colocándose al final de las tablas, más lejos del público imposible en un escenario que era bastante grande estando prácticamente vacío con Hudson y Oneotrix colocados a los dos extremos laterales del mismo, Antony apareció con una túnica negra hasta los pies provista de una capucha enorme que no dejó ver su cara en todo el concierto. Puede que todo ello fuera parte de un estudiado plan estético-artístico tan cuidado y estructurado que no conecté con él, pero a mi me pareció todo frío, vacío, desangelado y desaprovechado en todos los sentidos.
Del resto, lo que debería haber sido el grueso de la actuación pero que se vio empañado indudablemente por un cúmulo de desaciertos e incongruencias, no me puedo quejar. A la intachable selección de temas escogidos de su debut, añadieron tres canciones nuevas absolutamente impresionantes con una interpretación por parte de Antony a la altura de las expectativas. Pero, sin lugar a dudas, si algo hay que destacar de ese concierto, es la magistral actuación a las mesas de Oneaotrix y Hudson. Las dos estrellas que más brillaron esa noche y que más hicieron brillar las grandiosas composiciones del Hopelessness.

Puntuación
(y justito)

(James Blake, 01.00 Sónar Club)
Todavía con el cabreo hirviendo en mi interior, la siguiente opción pasaba por ver, por tercera vez en mi vida, al inglés James Blake. Creador de un neo-soul, parte electrónico y parte orgánico, que ha sido capaz de colocarse a la cabeza del estilo, sin opción a discusión, con tres discos tan enormes como una casa de payés, Blake venía presentando su último The Colour In Anything. Un disco doble dotado de una complejidad extra que hay que trabajarse a conciencia para adquirir el nivel de escucha óptimo y que todavía estoy intentado digerir. El concierto de James Blake en el Sónar Club, una nave industrial mastodóntica con una extensión mínima de unos 5.000 mts cuadrados, fue lo mejor de mi noche con diferencia, si no contamos con los 20 minutos de Jarre. Teniendo en cuenta que ni el lugar, demasiado grande y frío para ese tipo de concierto, ni el sonido, la nave estaba demasiado vacía haciendo rebotar el sonido en todas partes, acompañaron de manera ideal la actuación de Blake y compañía, hay que decir que tanto él, pletórico en su ejecución y sus formas, como el guitarra-teclista y el batería que lo acompañaban, dieron el mejor show posible dentro de las posibilidades del recinto. Tomando firmemente la mayoría de su set-list de su último álbum, aunque tampoco le hizo ascos a los hitazos del Homegrown, las composiciones de su The Colour In Anything sonaron más potentes, más grandes e incluso más interesantes que en estudio, además de introducir un pequeño set de dos canciones instrumentales que hicieron las delicias de los más fiesteros del lugar dándode una sorprendente caña al público allí concentreado a base de un techno bailable, crudo y brutal. Salvada la noche, pude irme a dormir contento, en gran parte, gracias a  la calidad y a la profesionalidad de James Blake y compañía. Sino llega a ser por ellos la noche hubiera sido un estrepitoso fracaso.
Puntuación 8

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